lunes, 1 de julio de 2013

AUTOESTIMA Y RELACIONES DE PAREJA





Freud señaló que la salud mental debía mostrarse especialmente en dos áreas clave: el amor en nuestras relaciones de pareja y nuestros trabajos. Todos sabemos la importancia de ambas dimensiones en nuestra realidad. Reflexionemos, en esta sección, sobre la relación entre autoestima y relaciones de pareja.


“No me siento, por mí mismo, merecedor del amor”: ahí está el más serio obstáculo para una buena relación de pareja. Cuando un ser humano siente en lo más profundo de sí que no es merecedor del amor, en sí y por sí mismo, tiene en su mente la programación más dañina para, en verdad, no poder vivir adecuadamente una buena relación de pareja. Este sentimiento generalmente no es consciente, es inconsciente. Con nuestra cabeza afirmamos que sí somos merecedores del amor pero en nuestro corazón y en nuestro inconsciente lo negamos, prácticamente sin darnos cuenta. Y esa realidad escondida nos va a pasar la cuenta. De ahí la necesidad de preguntarse, a través de nuestro comportamiento visible, cuál es la verdad que anida en nuestro inconsciente.



Veamos algunos de los mecanismos que muestran una baja auto-estima en las relaciones del amor en una pareja:

En una acción bastante común, podemos observarnos realizando acciones sustitutas para ganarnos el amor de la otra persona. Me importa solamente la imagen que le proyecto aunque no sea mi verdadero yo. Busco mostrar “éxitos” a cualquier precio para ser admirado (sean profesionales, artísticos, deportivos o danzarios...); a mostrarme “muy sensible” para distinguirme de los demás; a ser el “primero” en actividades intelectuales para manifestar desde ahí mi valía; a impresionar por medio del dinero o el poder, etc. En otras ocasiones puedo entonces aprender a “nunca decir no” para no contradecir a la otra persona; o a tener ante ella un comportamiento “obediente”...

"¡Eso es normal!" puede decir alguien. Sin embargo, olvido que, cuando eso va más allá de formas iniciales de llamar la atención o de mostrar con sencillez y verdad ciertas cualidades ante la otra persona, estoy siguiendo un camino equivocado. Por esa vía, en el mejor de los casos, conseguiré ser admirado por la imagen proyectada. Mi trabajo posterior será entonces tratar de mantener una imagen. Y si “me va bien” (al menos por un tiempo), mi pareja se llevará bien con mi imagen... ¡pero no conmigo!. Ser admirado no es lo mismo que ser amado. Y así, lejos de disfrutar con la otra persona, la hemos convertido en fuente de aprobación o desaprobación. Pero, ¿qué pasó con el amor? ¿Qué pasó con la felicidad?.



En otros casos, creyéndome no merecedor del amor, elijo inconscientemente a una persona que me abandonará o rechazará. Busco, por ejemplo, a una persona predominantemente heterosexual que eventualmente pueda darse “sus escapaditas” al campo homosexual. “Se me olvida” que hay varias formas de homosexualidad y varias formas de heterosexualidad. Que un acto homosexual no hace a la persona homosexual (ni viceversa). Vivo entonces “suspirando” por el momento en que esa persona será solamente para mí y, desde luego, ese momento no llega. Es sobrancero decir que si una persona es predominantemente heterosexual su tendencia fundamental será buscar una persona del sexo opuesto. Y entonces comienzo a decir: “es que estoy destinado al sufrimiento”, “la felicidad no existe”, “conformémonos con un momento por breve que sea”. Fijémonos bien: la renuncia al amor y la felicidad se está expresando así con todas sus palabras. Se ha tornado palpable aunque a veces no se tiene conciencia de ello.



En otros casos, sin ser consciente de ello, busco a una persona adicta al sexo que frecuenta ciertos lugares. Por su adicción me será fácil atraerla, pero increíblemente me quejaré posteriormente de que no le importo... pues continúa en sus adicciones.

“Aunque sea compartido”, dicen otros. Desde el comienzo renuncian a vivir plenamente para un ser humano y que éste viva también, plenamente, esa relación de amor. Desisten de forjar juntos su propia y única historia, en sus gozos y sus sufrimientos... Después se extrañan: ¿Por qué me fue infiel?, ¿Por qué le soy infiel?, ¿Por qué nos somos tan fácilmente infieles?.

No hay amor porque, en el fondo, creo que no tengo derecho al amor. Lo que he hecho es “confundir” la palabra amor con otras realidades comprensibles pero que no son amor. Por ejemplo, huir de la soledad, necesidad fisiológica, atracción física momentánea, realización de fantasías o deseos, adicciones, o, simplemente, cariño, gratitud y afecto.



Otros logran comenzar una relación en que la felicidad puede ser posible. Se enamoran realmente pero sienten una profunda ansiedad: “esto no durará mucho tiempo”, “mientras más alto se llega, más dura es la caída”, comienzan a decirse. Y poco a poco comienza el auto-sabotaje: ensimismamiento, depresiones sin motivo, frases innecesariamente fuertes contra la pareja, magnificación de trivialidades, celos insanos, etc. En otros términos, rechazo a mi pareja antes que ésta me rechace a mí. Aunque parezca increíble no existe la valentía para tolerar la felicidad. Y se opta inconscientemente por el auto-sabotaje. Ajustamos la realidad al concepto que tenemos del amor en vez de, al sentirnos felices, cambiar la concepción negativa y decir, con base en la experiencia: “Esta relación es y será posible. Yo sí puedo ”.

En otros casos la relación continúa pero ya no está signada por la felicidad: algo serio hicimos, algo se quebró por dentro, y ahora “luchamos por alcanzar la felicidad”. Pero en un futuro que nunca llegará, porque lo que perfectamente pudo ser hoy, fue sutilmente saboteado ayer. Tengamos cuidado: la baja autoestima en muchas ocasiones no impide soñar con la felicidad ni creer que voy tras ella, sino que se hace visible cuando le tememos al amor y lo saboteamos de mil maneras cuando ha tocado nuestras puertas.



En otros casos, cada vez más frecuentes en Latinoamérica como efecto de la crisis económica, y siempre en relación a la baja autoestima de una persona gay, entra de por medio el dinero. El hecho de pagar. No se trata obviamente del caso de relaciones de prostitución. Si fuera así nada tendría que ver con el amor. Se trata del pago camuflado. Me pide prestado algún artículo de mi propiedad, no me lo devuelve, y yo no digo nada. Quizás ni me molesto. Te presté dinero, no me lo devuelves, y nuevamente me quedo callado. Busco cómo invitarte a unos tragos, una cena, un lugar de diversión. Siempre pago yo. Y así lo acepto.

El razonamiento inconsciente que no soy capaz de decirme es: yo no valgo por mí mismo y por lo tanto, para retenerlo, debo recurrir a darle facilidades económicas. Así estará contento. Pero: ¿por cuánto tiempo? En verdad depende el cinismo de la persona que saca provecho. Generalmente ésta va mostrándose con claridad, se va volviendo cada vez más egoísta. Cada vez da menos; no en lo material pues nunca lo ha hecho, sino que se da menos como persona. Hasta que la persona proveedora comienza a sentir ese vacío en donde no hay reciprocidad y comienza el alejamiento que finalizará en ruptura. Es una relación construida sobre arena, no sobre roca. La capacidad económica quiso sustituir la baja autoestima. Y no es posible.



Los ejemplos podrían ampliarse con mayor o menor sofisticación. Desde luego, de nada servirá ensayar nuevas posiciones sexuales, implementar nuevas técnicas de comunicación, etc. Éstas en ocasiones pueden ser muy útiles, pero el problema está en otro sitio: en la insuficiente autoestima. En definitiva, si no me creo merecedor del amor, las experiencias fallidas me dirán que estoy destinado a sufrir: el círculo vicioso está creado.

Cuando hay autoestima, por el contrario, sé que el amor llega, en última instancia, en forma gratuita (“Lo quiero, pero no sé decir por qué”, “Sí, le admiro cualidades, pero no es por eso que lo amo, es algo más que no se cómo explicar...”, "Soy algo único para esa persona" ).

Para vivir el amor debo creer en mí mismo, en mi capacidad de ser amado por mí mismo (“Digo que me quiere porque conoció las peores cosas de mí, no solo las buenas, y no le importó: así me ama”).


La pregunta clave es: ¿No me auto-realizo claros o sutiles sabotajes en mis relaciones de pareja? ¿Creo en lo más profundo de mí que soy digno de ser amado? No es bueno contestar rápidamente. Y en caso que me repondiera que efectivamente tengo una baja auto-estima, hemos de comenzar a trabajar para mejorarla. Con ayuda de una persona profesional o un grupo. Pero con la confianza que es posible avanzar. Que a veces un 5% o un 10% de mejoría pueden hacer la gran diferencia entre ser desdichado y ser feliz. Y todos merecemos ser felices.


No hay comentarios:

Publicar un comentario